Continúo esta serie de posts con comentarios poco usuales acerca de algo bastante usual, lo que se lee (o deja de leerse)
Al respecto, una columna de Leonardo Aguirre en el Diario La República es más que esclarecedora, hay que hacer algo en la dirección fantástica, de modo que podamos aprovechar toda la serie de elementos fantásticos, cito a continuación:
"A propósito de la publicación de su libro “Mascarón de proa”, Pepe Güich fue entrevistado esta semana en Perú 21. Dijo que quienes cultivan el género fantástico “somos pocos” y que “los peruanos no tenemos sobre nuestras espaldas (...) el peso de una tradición fantástica de inmensa calidad”. Yo añadiría, o precisaría, que no tenemos una tradición de literatura propiamente gótica (ni fantacientífica ni policial, que, como quería Borges, también se desgajan de lo fantástico).
Hace poco me tomé un café con el poeta Héctor Ñaupari y hablamos de lo mismo. Nos quejamos de lo mismo. Por un lado, hemos tenido casi 300 años de historia colonial y, por el otro, todos, sin excepción, hemos escuchado de nuestras abuelas algún relato macabro de procedencia andina o selvática. Incluso, sin ir más lejos, a diario recibimos mails que difunden pavorosas leyendas urbanas, pero, nadie podrá negarlo, antes de borrarlos, los leemos de cabo a rabo. Con tanta materia prima, extraña que, prácticamente, el único que escribió sobre fantasmas en este país haya sido Ricardo Palma. Ñaupari y yo llegamos a la siguiente conclusión: de haber buenos escritores que adapten el género gótico a nuestra realidad, correríamos a las librerías para agotar sus libros. Y no sólo nosotros (escritores consumiendo escritores), sino una gran masa de lectores potenciales pagaría por una buena pluma que traduzca sobre el papel todas esas historias apasionantes.
Hay materia prima pero no productores. Digo más: hay talento, pero los talentosos le hacen ascos a ese tipo de “subgéneros”. Claro, nos defendemos invocando el “pathos”, los demonios de Varguitas o los fantasmas de Sábato. Peor: hablamos de prostitución. Yo creo que falta decisión. El que tiene talento es capaz de escribir en el registro que se le antoje. Sobre sus propios fantasmas (que tal vez no interesen a nadie) o sobre los fantasmas que todavía hoy hacen temblar a los más legos. No sé quién tiene la culpa del tan cacareado promedio nacional de lectura: los lectores desidiosos o los escritores vanidosos. ¿Será que la gente no lee porque no encuentra nada atractivo para leer?"
Esto me recuerda a una discusión que ocurrió la semana pasada en el evento de Promolibro entre el Dr. Ernersto Yepez y dos miembros de Coyllur, Macc y “Chiqui” Vilca, en la cual la madre del cordero era: “lo que están haciendo debería atraer a los jóvenes, pero no funciona.”
La respuesta de ellos era: “este es nuestro segundo día, si ha habido otro problema no es nuestra responsabilidad.”
No me ocuparé de tomar posición por uno u otro lado en este post, sino por mirar un poco más allá a lo que me parece era el fondo del asunto: El desconocimiento –o conocimiento fragmentario- que se tiene de que hacer desde la cultura “del papel” para atraer a los que deberían estarse iniciando en el mundo de la lectura.
Conociendo a los medios
¿Qué ofrecen estos que no ofrezca la cultura “oficial”? varias cosas: dinámica, movimiento, interactividad, vértigo y capacidad de ser una válvula de escape de las preocupaciones cotidianas. ¿dónde sino radicaría el éxito de juegos como gunbound o World of Warcraft? Si le damos a cada consumidor la posibilidad de ser un héroe a la Campbell (ver post anterior) pues es evidente que va a tomar la opción de consumir ese producto.
Bien harían los creadores de historias en contagiarse en parte de ese espíritu, ya que un videojuego, por más brillantemente diseñado que esté, resulta menos gratificante como experiencia emocional que la experiencia de crear tu propio mundo y es allí donde la literatura puede intervenir.
El éxito de Harry Potter en regresar a los niños al mundo de la lectura es sencillamente sintonizar con su día a día y sus preocupaciones cotidianas e ir creciendo junto con el mercado al cual va dirigido, en esta parte del Océano no he visto ningún intento de hacer nada parecido.
Entonces la tarea es difícil, pero no imposible, crear historias –de fantasía, especulo- que partan de las mismas preocupaciones cotidianas de los chicos y que, por ende sean capaces de conectar con ellos.
Si a ello le sumamos la interactividad que se puede obtener de estos productos poniéndolos en connivencia con la blogosfera, entonces el resultado podría ser bastante alentador, por lo que convendría implementarlo en alguna escala o producto piloto (¿cuál? allí está el rollo)
Una idea que se me ocurre es usar una especie de focus group virtual, en el que una grupo al azar de chicos comienzan con una historia determinada y luego se les da la posibilidad de modificarla de uno u otro modo y luego esas combinaciones obtenidas se muestran a otros usuarios hasta tener una línea sólida de temas a tratar.
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