7/04/2006

Planetopolis o la banalidad como obra de arte total

Haciendo algo así como un refrescar de la memoria antes de sumirme en la pesadilla académica que son los finales, he recordado que tenía este comentario como tema pendiente.

Vi esta obra de Video-arte en marzo, en el ciclo que la Fundación telefónica hizo de la obra del Notable Gianni Totti, iconoclasta artista que ha trajinado en la elaboración de Teatro, guiones para películas y finalmente, obras de videoarte que, desde la óptica del involucramiento total del espectador y de un trabajo personal integral (visual, músical, poético, argumental) recurre el canón establecido por Wagner de la Obra de Arte Total, aunque con un discurso de fondo de crítica bastante aguda al Sistema.

Tal como había sido en su anterior obra SqueeZangeZaúm (1988) en el que, usando los efectos visuales tan comunes en las producciones televisivas de entonces, hace un fuerte discurso poético y crítico, en búsqueda de aprovechar el uso de las tecnologías como medio de arte.

Planetopolis, que se define como un ensayo poético sobre la distopía (utopía negativa) de la ciudad ininterrumpida, que comienza buscando una poética e conexiones , así se establece una red conceptual implícita: ciudad-mundo-universo, fundamentada en dos aspectos integradores: el hombre y su historia, así, veremos imágenes en blanco y negro de manifestaciones socialistas o comercios de los primeros años del S. XX mezclados en curiosas formas geométricas y patrones fractales mientras la música mantiene un ritmo constante, trepidante, frenético.

Es casi imposible describir la cantidad de variaciones, giros de plano, uso de efectos, mezclas musicales y estilos narrativo-poéticos sin cometer una omisión, por lo que sólo mencionaré lo que el cristal de la memoria, selectivo como pocos, pueda rescatar a la distancia.

Veamos, Planetopolis, desde los conceptos anteriormente mencionados arremete ferozmente contra la falacia de la "ciudad continua" que venden los medios de comunicación, recordemos que, dentro del imaginario de la Artificialeza humana lo urbano, como el ambiente donde pasan las cosas, se constituye en el ecosistema humano por excelencia, siendo además que los medios -la TV en especial- crean esta ilusión que la noosfera (esfera del conocimiento) es estrictamente urbana y masivamente urbana, aplastando cualquier otra diferencia o disensión a traves del concepto de Pluribus unam, citando a Neal Stephenson:
(...)una tendencia global a erradicar las diferencias culturales. El pilar básico del multiculturalismo (o de "honrar la diversidad", o como se quiera llamarlo) es que las personas tienen que dejar de juzgarse unas a otras - dejar de aseverar (y, gradualmente, dejar de creer) que esto está bien y esto está mal, que una cosa es fea y otra hermosa, que Dios existe y tiene estas o aquellas cualidades.

La lección que la mayor parte de la gente ha extraído del Siglo Veinte es que, para que un gran número de diferentes culturas coexistan pacíficamente en el globo (o incluso en el barrio) es necesario que la gente suspenda el juicio de este modo. De ahí (argumento) nuestra sospecha, u hostilidad, respecto de todas las figuras de autoridad en la cultura moderna. Como explicó David Foster Wallace en su ensayo "E Unibus Pluram," éste es el mensaje fundamental de la televisión; es el mensaje que la gente se lleva a casa, de cualquier modo, tras llevar inmersos en los medios el tiempo suficiente (...)

El problema es que una vez que nos hemos librado de la capacidad de juzgar lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, etc., ya no queda cultura. Todo lo que queda son los bailes folclóricos y el macramé. La capacidad de juicio, de creencia, es el fin mismo de tener una cultura.
Toti ataca esa falacia denunciando mediante el uso visual los horrores de la ciudad: el desorden, el caos organizativo, la pobreza, la desigualdad, la negación de la cultura propia, el autoritarismo, los dobles discursos políticos y artísticos y sobre todo la banalidad implicita en la TV, cuya oferta no está destinada a reforzar la conciencia sino a anular la capacidad de juicio individual, que transmite el efecto sin transmitir la causa, que infla la anecdota hasta llevarla al grado de epopeya sin sentido, que se presta a la obsecuencia autoritaria y/o oligarquica y que prostituye su lenguaje visual en fórmulas manidas, repletas de efectos gratuitos.

Resulta curioso como esto se condice con lo ya comentado sobre la modernidad líquida, término acuñado por el polaco Zigmund Bauman, toti nos muestra precisamente la fluidez de la modernidad, su discurrir torrentoso y vital, pletórico de excesos pero incesante por completo.

La música usada cubre un amplio espectro de preferencias que van desde Pachelbel y Hadyn, pasando por Bach, Mozart y Prokofiev a Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui y otros cantores vernaculares, eso si, con un manejo de los tiempos y las sincroniciadades notable.

No es una obra de visión fácil, significados e interpretaciones (exégesis si lo deseais) pueden encontrarse muchas (razón por la cual me reventó que alguien le preguntara al crítico Jorge Villacorta cuando la presentó "¿cómo hago para entenderla?" y es que, en mi modesta opinión el arte no se entiende, se comprende y disfruta con todos los sentidos (los ocho, si le hacemos caso a Masami Kurumada :P).

Si tienen oportunidad de verla, haganlo, puede ser una experiencia chocante (hay palabras e imagenes fuertemente contrastadas y contrastantes) pero brinda sus frutos, Toti al final logra su objetivo, centrarte en ti y hacerte reflexionar, una capacidad que los medios insisten en hacernos perder.

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