4/14/2008

Cuenta Adelante (II)

¡Al Fin! he retomado parte del cuento que dejé pendiente en otro post, la parte anterior aquí, y sin dilaciones, continuamos.

Otra noche más...

Intercambiaba, mientras caminaba tambaleante a su casa, impresiones con otros por sus conexiones silenciosas de red.

No había sido él mismo desde aquel día en el palacio, y las imágenes de aquel día, como fondos pixelados o ilustraciones de alta resolución, salían como vomitadas de sus terminales de conexión una y otra vez, sueltos al azar, para quien los quisiera abrir y ver "¡ven y mira! ¡ven y mira!" se imaginaba como el falsario anunciador de un circo de aquellas épocas de arengas y discursos convincentes para un público incauto.

Como era natural, el ojo de su mente divisaba casi constantemente el rojo de las conexiones rechazadas, y él no podía dejar de susurrar interiormente un ¡mierda! con cada vez, tal vez como para ponerse a gritar, en medio de aquella madrugada de Mayo:

-¡¿QUIEN MIERDA ME ESCUCHA?!-

La llovizna le rozaba la cara, miraba hacia el mismo uniforme azul casi añil, contaminado de los brillos de neón, estaba arrodillado en medio del asfalto.

Lloraba.

Se paró, enjugándose las lágrimas vertidas en aquel silencio, el temor, la animadversión, la compasión, todas las emociones mezcladas en un torrente de espontánea prosapia... ¡y él sin palabras!

Lástima que no soy Poeta, Pensó para sí.

Reinició su camino, cansinamente, la vereda parecía ahora el lustroso lomo de una irreal serpiente, donde, de tanto en tanto, resquicios de luz amenazaban romper la continuidad de una trama.

Mientras miraba a su sombra en la vereda y a los reflejos en los charcos, Esteban pensó que había algo que debía saber y que, momentánea, o quizás, permanentemente, había olvidado, refugiándose en el vértigo de "todas las cosas importantes que hay que hacer" y no mirando alrededor.

Algo que Celeste dijo.

Un sonido casi de batiburrillo se escabullía por la ciudad hacia sus oídos:
¡No! No puedes ser féliz
Con tanta gente, hablando, hablando a tu alrededor.


Sacudió su cabeza y el murmullo desapareció, Solía pasar, pensó, siempre alguna conexión pirata o un podspammer jugando a adoctrinador. Luego, en un reflejo casi paranoíco, miró a todos lados buscando la fuente de algún inesperado presagio u otro visitante de la nada dispuesto a quién-sabe-qué.

Nada.

Suspiró y continuó caminando, ahora la esquina de su casa era una clara mancha gris tachonada de brillos amarillos y rojos, y después, la puerta, el hall, los sensores y los saludos engolados de rigor, la LCD encendiéndose en un instante y sintonizando las últimas cotizaciones de bolsa y el media center con Schostakovich a todo volúmen en Andante, en suma, el tedio.

Aunque, si se ponía a pensar con algo de seriedad en ello, era todo lo que tenía, información, datos, patetismo, ruido.

Y sin embargo, al llegar, no pasó nada de lo de aquello, sino que encontró a su padre, achispado y féliz, mirando las peleas de sumo en la sala, acompañado de Kiara, su amante de ocasión que era casi de la Edad de Esteban, ambos con el mismo brillo en la piel y en bata.

-Hola- dijo, y pasó de largo hacia su habitación, mientras pensaba en los ojos negros y la sonrisa de Kiara, del mismo modo tan similares y tan distintas a aquella cuyo nombre no se atrevía realmente a decir en voz alta (aunque su matriz de conexiones rebosara de ello al punto que su padre le dijera que "se dejara de niñerías y actuara como hombre.")

Y no es que no hubiese visto acción desde entonces, es más, sus noches parecían más las de un calavera pagado de sí mismo y buscando irse en medio de una orgiástica llamarada de gloria que la de un pálido hijo de papá incapaz de mirar hacia adelante y seguir con lo que quiera que el mundo (o su posición dentro de la estructura de poder) le tuviese en reserva.

Cerró de un portazo su habitación, mientras oía a su padre y a Kiara riendo y volviendo al ir y venir propio de las circunstancias y se tumbó en la cama, rumiando su molestia.

Mirando al inexpresivo y minimalista techo de su habitación (debería poner un espejo aquí, pensó) recordó las palabras de Mack, uno de los pocos amigos suyos bien orientados cuando, en otra noche bohemia más. había dicho:

¿Información? ¡ja! ¡ja! ¡ja! es mejor pensar en que palancas mueven algo en ti que en datos y cifras y más huevadas así, ¡información! ¡ja! ¡ja! ¡ja!

¿Y Por qué reocordaba esto ahora? La mente no hacía nada al azar, y si lo pensaba bien.

PANTALLA AZUL: CONEXIÓN ACEPTADA

-¿Qué?- se dijo a sí mismo mientras sus protocolos de seguridad examinaban el envío, sorprendentemente ligero y lo revelaban a su consciente.

La imágen -la foto de una casa que no había visto- ocupaba el primer plano, seguido por una sola letra de Texto, puesta allí, deliberada y provocadoramente...

...Una C en mayúscula y decorada con una serie de brillos diamantinos sobre un color entre cálido y frío.

Esteban Sonrió.

0 comentarios: