5/07/2008

Conexiones IX: Melancolía


¿Qué pasa cuando no quieres escribir? O, lo que es peor, cuando todas las ideas bajan como un torrente desbordado e incontrolable y es imposible contenerlo y menos aun dejarlo salir, las palabras arden como llamas sin encontrar una pradera a la que incendiar, retazos de poesía, una construcción compuesta realizada por la conexión de millones de celdas unidas con hilos de oro y mentiras convenientes. ¿Dónde está -se preguntaba él o yo, no importa- aquella razón particular que hace que cada día vivido -el último hasta aquel momento asaz definitorio- tenga un sabor tan particularmente poderoso, tan extrañamente sensato, tan salvajemente honesto y sin embargo, alejándose de uno sin piedad ni clemencia? (y que patética redundancia resulta eso).

Y sin, embargo, uno se atreve a pensar, por ejemplo, en aquellos últimos días del mundo, cuando todo sea rojo y ardoroso, y -muy probablemente- nada vivo quede para atestiguar a cualquier cosa que hubiese sido humana y sus grandezas: cenizas sobre las cenizas. La sensación es terrible, desoladora, el estómago parece encogerse ante tan tremenda idea y por más de una razón: te confronta con lo limitado del mundo y, al mismo tiempo, con lo limitado de tu vida, o mejor dicho, con lo insignificantemente limitado de tu vida respecto al tiempo. ¡Tanto para ver y tan poco tiempo para hacer!

Y luego, como si fuera poco, regresas a la adicción al instante, la revelación, el constante cuestionamiento a los problemas del mundo real, que en el buen sentido, no son más convencionales que cualquier otra cosa establecidas, y si lo deseas, puedes maldecir a aquel de la Philosopie des als ob y es que es cómodo bajar la cabeza, mirar a las fotos bonitas, entretenerse con los últimos chismes del tecnomundo y del mundo de más acá, glorificar el ocio útil, pensar en los campeonatos de pragmatismo que esperan al iniciar cada día de trabajo y de como eso te vuelve -o no- más útil o menos útil en una carrera que va, inevitablemente hacia la nada o, hacia un futuro que no tenemos y que sólo es especulación, papel de viento, suposiciones no cuestionadas.

¿Pero qué hay en el fondo? Un imperativo: TIENES EL PRESENTE Y ES TODO LO QUE HAY. Las demás decisiones están supeditadas a ese criterio, la práctica, la ideología, la percepción, todo está en este marco temporal, estos siete mágicos segundos en los que el cerebro se las arregla para interpretar qué demonios pasa. Y en que haces como realimentación de esa interpretación y ello pasa inevitablemente por la emoción, que puede ser como la historia de lo sentido, los bemoles de la melodía, los semitonos no audibles que le dan cuerpo a la pieza, de ellos, muchos, demasiados quizás, presentados como un calídoscopio de melodías disjuntas, notas disonantes y necesarias para conectar los pedazos que apenas se distinguen, las relaciones sútiles, lo dicho con lo no dicho o insinuado, la voluntad con la razón y luego te preguntas: ¿Por qué late el corazón? ¿por qué esta melodía, este poema, este pedazo de existencia tiene tanto poder para estremecerme? y la verdad emerge, lo quieras o no...

....ERES TÚ

0 comentarios: